Las dos de la madrugada. Él aguarda, inmóvil, fuera del haz de luz de la farola más próxima, confundiéndose bajo su abrigo oscuro con la negrura de la noche. Observa al portal del edificio, pero ni rastro de un leve encender o apagar de las luces del tercero, ni de tampoco un ligero taconear que descienda y aumente sus sonidos a medida que se aproxima al escalón de la entrada.
La frustración empieza a inundar todo su ser a las tres y cuarto.
Saca una pequeña bolsita del bolsillo interior de su gabardina y esparce el contenido sobre la palma de su mano; poco a poco, lo inhala.
Pensaba que ella era diferente, que sus sonrisas eran verdaderas y que '' cinco minutos y bajo'' era una frase que como mucho podría conllevar a diez.
